Hablemos de Cuidados
Hablemos de Cuidados
Vejez, Cuidados y Género.
Por: Gladys González Álvarez Asistente Social, Gerontóloga Social. Encargada de Servicios Sociales del Servicio Nacional del Adulto Mayor
Cuando se pregunta a las personas mayores en Chile quién quiere que los cuide, uno de cada tres cree que es deber de los hijos hacerse cargo de ellos y llevarlos a vivir a su casa cuando no pueden vivir solos[1]. El 87,3% de los adultos mayores prefiere envejecer en casa, independiente de su nivel de dependencia[2]
Chile tiene altos indicadores de Envejecimiento Poblacional, el 17.6% de la población es mayor de 60 años[3]. La esperanza de vida de una persona al nacer es de 78.9 años. De acuerdo al sexo, es de 75.8 años los hombres y 82 años las mujeres[4]. Cuando se superan los 80 años, implica mayor probabilidad de dependencia física y/o mental; el 24.1% de la población adulta mayor presenta dependencia, de estos un 6.7% presenta dependencia leve, 5% presenta dependencia moderada y un 12.4% dependencia severa, de este total un 66,4% corresponde a mujeres adultas mayores. De la población con dependencia, un 19.4% no recibe apoyo de terceros para la realización de las actividades de la vida diaria (AVD). De las personas mayores con dependencia severa, un 36,1% declara que si requiriera ayuda no tendría a quién recurrir, mientras que esta situación es menor en las personas mayores con dependencia moderada, con un 29,9%.[5]
Cuando preguntamos quiénes cuidan a las personas mayores, podemos decir que en Chile el 85,6% de los casos, el cuidado es asumido por una mujer, esposa, hija, nuera. Lo hacen por más de 12 horas diarias, 2 de 3 no han tomado vacaciones hace más de 5 años, no comparten el cuidado, se sienten solas, sobrecargadas, sobrepasadas[6]. La situación anterior tiene varias consecuencias en las mujeres cuidadoras, por ejemplo, entre las mujeres inactivas del país, se estima que 63.832 mujeres dejaron su último empleo por cuidar un adulto mayor. También, tienen graves consecuencias en la salud física y mental, en las relaciones interpersonales, en la previsión y proyección de vida de la mujer cuidadora. El 7,4% de las cuidadoras dice tener algún grado de depresión y el 16,1% sufre de estrés[7].
El 1 de septiembre de 2017, la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, promulgó el proyecto de acuerdo que ratifica la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores. Uno de los principios que se destacan (letra f) es el Bienestar y Cuidado. El Artículo 12 trata sobre Derechos de la persona mayor que recibe servicios de cuidado a largo plazo, donde se indica que tiene derecho a un sistema integral de cuidados que provea la protección y promoción en salud, y cobertura de servicios sociales, seguridad alimentaria y nutricional, agua, vestuario y vivienda; promoviendo que la persona mayor pueda decidir permanecer en su hogar y mantener su independencia y autonomía.
En nuestro país se están implementando programas de cuidado. El Servicio Nacional del Adulto Mayor cuenta con el programa de Cuidados Domiciliarios, entrega un conjunto de servicios de apoyo sociosanitarios a los/as adultos mayores en situación de dependencia moderada a severa en su domicilio, estos servicios son otorgados por un/a asistente domiciliario/a capacitado/a para tal efecto. Cabe señalar, que los servicios que el asistente domiciliario entrega a la persona mayor en su hogar responden a un plan de intervención, que ha sido elaborado y revisado en conjunto con el adulto mayor, todo esto, a fin de dar respuestas reales a las necesidades de cuidado, y de esa forma contribuir a mejorar su calidad de vida.
Algunas recomendaciones:
- Para realizar el cuidado de una persona mayor se requiere tener conocimientos básicos que permitan apoyar sus actividades de la vida diaria, en el marco de un buen trato. Se deben prevenir acciones que puedan causar daño en la persona mayor o agravar la situación actual. Lo más importante es que la persona mayor participe en estos cuidados y se respeten sus preferencias y opinión.
- La dependencia que pueda afectar a las personas mayores no implica que no pueda tomar decisiones. A veces no consideramos esta opinión y esto vulnera su dignidad y autonomía.
- Es importante compartir la labor de cuidado, cuando esta recae en una sola persona puede ser muy agotadora y puede ocasionar situaciones de maltrato. Es importante que la persona que entrega cuidados tenga posibilidades de “respiro”, es decir pueda realizar otras actividades que le permitan también, el descanso y su autorrealización.
- Debemos respetar la intimidad de la persona que se cuida. No podemos “ventilar” su vida privada, transmitir información que nos entrega o traspasar su espacio privado, particularmente en los actos de higiene corporal.
- Siempre se debe proteger la seguridad personal, el ejercicio de la libertad y movilidad de la persona mayor. No debemos sobreprotegerla, porque estamos afectando su autovalencia y autonomía.
- Por último, infantilizar a la persona mayor (tratarla como a un niño/a) es una forma de maltrato.
–
[1] Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez, 2010.
[2] Libro blanco, España 2010.
[3] CASEN 2015
[4] Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE)
[5] Estudio Dependencia en personas Mayores en Chile, 2010.
[6] Estudio Dependencia en personas Mayores en Chile, 2010.
[7] Encuesta Voz de Mujer, 2011.
Hablemos de Cuidados
Recomendaciones a Cuidadores y Cuidadoras de Personas Mayores
Por: Enfermera Doris Sequeira Daza Dra. en Gerontología Social, Docente Enfermería Geronto-geriátrica, Escuela de Enfermería, Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad Central
El aumento de la expectativa de vida en el país ha significado un aumento en el número de personas mayores de 80 años y con ello, el número de personas que en algún momento requerirán del apoyo y cuidado de otros para realizar las actividades cotidianas. Apoyo y cuidado que socialmente se espera lo realicen las mujeres de la familia, pues se asume que ellas están mejor preparadas para el cuidado. En este supuesto, las mujeres contarían con una mayor capacidad de abnegación, de sufrimiento y generosidad, valores culturales que ocultan estereotipos de género respecto del “ser mujer” en la sociedad.
La división sexual del trabajo que asigna a los varones las tareas de producción en la esfera pública, y a las mujeres las de reproducción en la esfera privada, tiene antecedentes histórico-culturales relacionados con el cuidado, donde éste se ubica en la esfera privada de la familia, y lo realiza principalmente las mujeres, situación que en los últimos años ha ido cambiando progresivamente con la incorporación masiva de las mujeres al trabajo productivo, favoreciendo que los hombres también cuiden. Sin embargo, estudios[1] indican que a pesar que las mujeres realizan trabajo remunerado, siguen cuidando a sus hijos, padres, esposos y hermanos, evidenciando una desigual distribución del cuidado al interior del hogar.
La mayoría de las causas de la dependencia en personas mayores implican un deterioro progresivo, asociado a un aumento de su necesidad de ayuda en las actividades de la vida diaria, por lo tanto una persona no se convierte en cuidadora de un día para otro, sino que paulatinamente, a medida que las necesidades de apoyo de la persona mayor aumentan.
El cuidado de un familiar generalmente es una experiencia duradera que exige al cuidador/a reorganizar su vida en función de las necesidades del familiar. Supone un esfuerzo importante, hacer compatible las múltiples tareas de cuidados con otras actividades de su vida cotidiana, por tanto, la estructuración del tiempo de la persona que cuida en sus ámbitos laboral, familiar y social, se van adaptando en función del familiar atendido.
El cuidador o la cuidadora es una persona clave en el cuidado de las personas que requieren ayuda, pues cumple tanto el rol de informante, proveedor/a de cuidados y quien toma decisiones importantes en la organización de la vida de su familiar cuidado, siendo además el nexo de unión entre los profesionales socio-sanitarios y la persona cuidada.
Las funciones que cumple el cuidador o cuidadora dependen de cada familia y de las personas a quienes se cuida, generalmente se encargan de las actividades domésticas como cocinar, lavar, limpiar, ayudar a su familiar en el desplazamiento interior y exterior, en la higiene personal, en la administración del dinero y de los bienes; supervisan y administran los medicamentos, resuelven situaciones de conflicto derivadas del cuidado, acompañan a los controles médicos y realizan consultas en caso de dudas a cada uno de los miembros del equipo de salud (enfermera/o, psicólogo, nutricionista, trabajador/a social, médico).
El cuidar a un familiar cuando necesita atención puede ser muy gratificante, pero también puede ser a veces muy estresante y agotador, pues el cuidador no sólo tiene que modificar su vida para asumir tareas especiales, sino que además se ve enfrentado a situaciones que interfieren en su ámbito personal, como podría ser el no saber cómo consolar o aliviar a su familiar, o la toma constante de decisiones que afectan su vida y la del ser querido.
Muchos cuidadores, sin darse cuenta, se exigen más allá de sus posibilidades, olvidándose de sí mismos, descuidando su salud física y mental perjudicándose tanto ellos como a las personas que cuidan cuando además, no cuentan con el apoyo adecuado.
Como es imprescindible que la persona que cuida esté en buenas condiciones para cuidar, se sugiere que realice algunas de las actividades que se proponen a continuación:
- Céntrese en lo positivo, reconozca todo lo que ha hecho en el día en lugar de centrarse en las cosas que no se pueden cambiar.
- Intente comunicarse con otros cuidadores, hablar con otras personas con experiencias similares puede ayudar mucho.
- Planifique tiempo para usted aunque sean cinco minutos de tiempo libre, supondrá una diferencia.
- Es importante que coma cada cuatro horas y que siga una pauta regular de comidas: desayuno, almuerzo, onces y comida, no se salte comidas.
- Procure dormir al menos ocho horas diarias, intente acostarse a la misma hora cada día, incluso los fines de semana, ya que se acostumbrará a la rutina y le ayudará a descansar mejor.
- No se aísle, procure mantener alguna de las actividades que siempre le han divertido.
- Ponga límites al cuidado, aprenda a “decir no”
- Mantenga reuniones familiares en forma periódica y distribuya tareas entre ellos.
- Infórmese de las redes de apoyo comunitarios.
- Planifique su futuro
Y lo más importante: aprenda a pedir ayuda y déjese ayudar.
Enfermera Doris Sequeira Daza
Dra. en Gerontología Social, Docente Enfermería Geronto-geriátrica, Escuela de Enfermería, Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad Central; Coordinadora Red de Enfermería en Salud del Adulto Mayor, filial Chile.
[1] ENUT 2016, INE.
Hablemos de Cuidados
Organización social de los cuidados, género y envejecimiento
Por: Herminia Gonzálvez Torralbo, Académica e Investigadora, Universidad Central de Chile.
En el contexto latinoamericano en general, y en Chile en particular, el paulatino incremento en la esperanza de vida y el aumento a ritmos acelerados de la población adulta mayor ha suscitado inquietud por conocer el grado de bienestar que experimentan las personas envejecientes. Así, producto del incremento de la longevidad que ha puesto en evidencia las necesidades de cuidado de estas personas en relación con las pensiones, la salud, la seguridad social, y la infraestructura, el envejecimiento de la población se ha convertido en un tema sociopolítico a la par que científico, que está siendo abordado como un desafío para el país tanto desde la política pública como desde la academia.
La longevidad ha visibilizado el desfase entre la provisión de cuidados y las necesidades de cuidado, dejando en evidencia las desigualdades existentes en el país expresadas, por un lado, en el acceso diferencial a los recursos de acuerdo al nivel socioeconómico, al género, la localización espacial y la edad de las personas, y por otro lado, amparadas implícita o explícitamente por el marco normativo (moral y jurídico) en el que se sitúa este fenómeno. Dicho desajuste y sus implicancias sociales y culturales necesitan ser priorizadas en la agenda política, especialmente, desde una perspectiva de género y de derechos, para lograr una mejor comprensión de los cuidados en la vejez, y en concreto, de los cuidados en las mujeres que envejecen orientando la construcción de políticas que garanticen los derechos de las personas mayores.
Según datos procedentes de la Casen (2013)[1] sabemos que las mujeres mayores alargan su vida laboral a medida que envejecen para cubrir sus necesidades de cuidado y bienestar, en el marco de una vejez caracterizada por: 1) tener ingresos por trabajo inferiores a los de los hombres de la misma edad; 2) ocuparse principalmente en trabajos independientes a medida que envejecen (con bajas o inexistentes tasas de cotización) y por estar fuera de la normativa laboral -no se tiene relación laboral con aquellos que pagan por sus servicios-; 3) padecer una alta tendencia a quedar fuera de los sistemas de protección social; y 4) poseer redes de apoyo económico limitadas, producto del tipo de comportamiento que han demostrado a lo largo de sus vidas, caracterizado por la discontinuidad y la inestabilidad en el empleo. En definitiva, son mujeres que en su mayoría llegan a la vejez con limitaciones socioeconómicas, interseccionales y multifactoriales, y que para afrontar sus necesidades de cuidado y acceder a un mínimo de bienestar continúan trabajando independientemente de su edad cronológica.
En relación a ello, no desconocemos que en la vida de las mujeres mayores, el trabajo ocupa un lugar central, predominando las modalidades de actividad independiente, pero también las labores de cuidado no remuneradas. Las primeras constituyen un pequeño aporte para su pensión, las segundas, en cambio, ninguno. La extensión y mantención de las actividades laborales a los 65 y a los 80 años constituyen fenómenos y experiencias sociales muy distintas para los sujetos, sin embargo, tienen en común que en ambos tramos de edad la familia se erige como el núcleo preponderante para la protección y el cuidado de las mujeres adultas mayores.
Herminia Gonzálvez Torralbo [2]
Académica e Investigadora , Universidad Central de Chile.
[1] CASEN (2013). Adultos Mayores. Síntesis de Resultados. Documento de trabajo, MIDEPLAN. Consultado el 4 de marzo de 2015, en: www.minsal.cl
[2] Herminia Gonzálvez Torralbo es investigadora responsable del Proyecto Fondecyt Regular N° 1160683 “Ser Mujer Mayor en Santiago de Chile: organización social de los cuidados, feminización del envejecimiento y desigualdades acumuladas” (2016-2019). Además, es co-directora del Programa Interdisciplinario de Investigación sobre Cuidados, Familia y Bienestar (CUIFABI) y miembro del grupo “Otras Perspectivas feministas en investigación social” de la Universidad de Granada.
Sigue la redes de nuestro Ministerio: